Ateneo de Córdoba. Calle Rodríguez Sánchez, número 7 (Hermandades del Trabajo).

PRÓXIMOS ACTOS DEL ATENEO DE CÓRDOBA

Nueva Junta Junta Directiva del Ateneo de Córdoba

Marzo , 1a.quincena. Conferencia de JUAN ORTIZ VILLALBA. " LA MASONERÍA EN CÓRDOBA ". (Presenta José Luis García Clavero).
Jueves 11 de abril. Conferencia de DESIDERIO VAQUERIZO." LOS ORIGENES DE CÓRDOBA". (Presenta J.L.G.C).
Finales de abril, primera semana de mayo. Proyección del documental "MONTE HORQUERA" de FERNANDO PENCO, galardonado en diversos Festivales internacionales (Italia, India, Holanda etc,)
Lunes 11 de Mayo. Conferencia de MANUEL VACAS." LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA.LAS BATALLAS DE POZOBLANCO Y PEÑARROYA- VALSEQUILLO". (Presenta Antonio BARRAGÁN).Todos los actos en la Sede del Ateneo.

CONVOCADOS LOS PREMIOS DEL ATENEO DE CÓRDOBA
XI Premio de Relato Rafael Mir.
XXXIX Premio de Poesía Juan Bernier.
IX Premio Agustín Gómez de Flamenco Ateneo de Córdoba.

Fallo de las Fiambreras de Plata 2023, relación de homenajeados aquí.

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Hierro 3

De Ateneo de Córdoba
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Bin-jip
Título Hierro 3
V Muestra de Cine Internacional
V Muestra de Cine Internacional

Ficha técnica
Dirección Kim Ki-duk
Dirección artística Joo Jin-mo

Guión Kim Ki-duk

Música Slvian

Fotografía Jang Seung-beck

Montaje Kim Ki-duk.

Reparto Lee Seung-yeon (Sun-hwa)
Jae Hee (Tae-suk)
Kwon Hyuk-ho (Min-kyu)
Joo Jin-mo (Detective Cho)
Choi Jeong-ho (Funcionario de prisiones)
Lee Dah-hae (Ji-eun)
Park Dong-jin (Detective)
Moon Sung-hyuk (Sung-hyuk)
Park Jee-ah (Jee-ah)

Datos y cifras
País(es) Corea del Sur
Año 2004
Género Romance
Drama
Duración 95 minutos

Compañías
Productora Kim Ki-duk Film
Presupuesto 1.000.000 $

Esta película no llegó a proyectarse por problemas con la distribuidora, siendo sustituida por "Primavera, verano, otoño, invierno...primavera" (Corea del Sur, 2003) del mismo autor coreano: Kim-Ki Duk.

Reseña

Hierro 3.jpg

Kim Ki-duk abandona la belleza colorista de los paisajes naturales que fortalecía algunas de sus anteriores películas, para presentarnos una atípica fábula de amor urbana, protagonizada por dos de esos seres marginales, al límite de las circunstancias y en la frontera de lo onírico, por los que este realizador siente especial apego, pero, a diferencia de lo que sucedía en La isla, para los que el amor será la única tabla de redención en medio de ese entorno inhóspito, otorgándoles cierta esperanza final pese a su pesimista situación.

La mejor baza de Hierro 3 viene de la mano de su enigmática figura central, cuya actitud y periplo vitales sirven para tejer una fatalista metáfora sobre la soledad, la incomunicación y el vacío existencial que termina dando sentido a un cinta más hermosa y aguda por todo aquello que sugiere que por lo que contiene en sí misma. Tae-suk, atractiva mezcla de indigente, okupa, fantasma y ángel de la guarda, es un joven que se instala temporalmente en aquellas viviendas cuyos propietarios sabe ausentes gracias a la avispada táctica de dejar un folleto de propaganda colgado en sus puertas. No obstante, su intención no es la de robar o destruir las propiedades ajenas. Tae-suk duerme en sus camas, se prepara su comida, pero a cambio les riega las plantas, les lava la ropa sucia y arregla aquellos electrodomésticos averiados, como una especie de agradecimiento. Tae-suk, que se saca fotografías junto a los retratos de los propietarios a modo de souvenir, no parece tan movido por el ansia de llenar su solitaria vida experimentando otras vidas ajenas o de encontrar algo de compañía diferida, como por la idea de transitar de una casa vacía a otra porque no desea poseer nada en propiedad, es decir, es una suerte de asceta que rehuye acabar siendo poseído por sus propiedades, más allá de esa moderna moto que conduce, y que nos lleva a sospechar que no existe una imperiosa necesidad económica detrás de sus actos. Las cosas toman un giro inesperado cuando Tae-suk va a parar a la casa más lujosa y también en la que urgen más "reparaciones", y se encuentra con Sun-hwa, una mujer maltratada por su pudiente marido.

Tae-suk podría haber sido así el hilo conductor para un incisivo viaje por las entrañas de una sociedad, representadas en el hogar familiar, que se salvaguarda en los bienes materiales y la ostentación de estatus, y descuida las relaciones afectivas y el cultivo espiritual, sin olvidar tampoco una llamada de atención sobre la presencia de la violencia en el hogar, ya sea a través del maltrato físico o los juguetes bélicos. Sin embargo, esa exploración de los males modernos se queda bastante próxima a la superficie, tropezando en el cliché con los brochazos de generoso maniqueísmo que el director oriental imprime a ese paisaje humano por el que Tae-suk pulula -el poder económico del esposo de Sun-hwa se asociará a un afán de posesión y control que convierte a la castigada mujer en un objeto más de su colección, como tampoco faltará el retrato de un policía obtuso, insensible y corrupto, preservando en cambio la integridad de aquellos otros matrimonios que, a pesar de gozar de una buena posición, no se dejan sobornar por los síntomas de nuestros tiempos, aunque esto se limite a cultivar flores de loto en un barreño-. Porque, en realidad, Kim Ki-duk está mucho más interesado en dibujar la naturaleza y vicisitudes de ese romance surgido en los extremos de la desesperación, y es en este punto donde la grata originalidad que dominaba la primera parte de Hierro 3 se sumerge en el terreno del culebrón -inusual por su tratamiento, pero culebrón al fin y al cabo-, donde Tae-suk, Sun-hwa y el déspota marido ejercen de salvador, víctima y verdugo, respectivamente, desembocando en un triángulo final imposible, y el resto del mundo es tan hostil e incomprensivo que no harán más que fastidiar la felicidad de esta insólita pareja, acusación por asesinato y secuestro -más que previsible- incluida.

Sustentada en un estilo minimalista de respiración contemplativa y contención emocional, que propugna la pureza de la forma como vehículo para su discurso en favor del esencialismo, Hierro 3 lleva al extremo la máxima de que una imagen vale más que mil palabras sometiendo a la pareja protagonista a un mutismo alegórico que pesa en demasiados momentos, no porque las miradas y gestos de los expresivos Lee Seung-yeon y Jae Hee no sean capaces de suplir la comunicación con el espectador, sino porque la ausencia de diálogo llega a hacerse muy poco creíble en determinadas circunstancias -como esa detención policial en la que asumen que cualquier explicación sobre su inocencia sería del todo inútil-, por más que Kim Ki-duk persiguiera reforzar esa idea de comunión espiritual entre dos almas y su desarraigo delante de una sociedad deshumanizada en la que su inocente honestidad no tiene cabida. Una pareja silenciosa que deambula por el mundo como espectros ajenos a la realidad, y que recordarán por su carácter outsider a los protagonistas de Old boy y por su aturdido vagar a la deriva a la de Dolls. Es esta incorporeidad, ese progresivo avance hacia la condición fantasmal y la huida, si no negación, de la realidad material vista como una prisión -que llegará a su cima en el discutible tramo final-, el leit motiv de una película abundante en representaciones que capturan lo físico, como fotografías, espejos y reflejos en los cristales.

Cabe reconocer en Kim Ki-duk, un autor siempre más intuitivo que deliberado, una mirada poco convencional, interesada en ahondar en los designios del alma humana, e inquieta por explotar las capacidades dialécticas del cine para que continente y contenido transmitan un mismo mensaje.


Película reproducida en la V Muestra de Cine Internacional del año 2005.

Reseña elaborada por Tònia Pallejà, cedida por gentileza de www.labutaca.net.