Ateneo de Córdoba. Calle Rodríguez Sánchez, número 7 (Hermandades del Trabajo).
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Ordoño II de León
Ordoño II de León (c. 871 - León, junio de 924), rey de Galicia desde el año 910, y rey de León desde diciembre de 914 hasta su muerte. Soberano enérgico y batallador, sometió a su autoridad única los territorios del reino leonés y combatió exitosamente contra los musulmanes.
Contenido
Vida
Primeros años
Segundo de los hijos de Alfonso III y su esposa Jimena, Ordoño nació hacia el año 871 y casó en 892 con Elvira Menéndez, nieta del conde Gatón, repoblador del Bierzo y de Astorga, e hija de Hermenegildo Gutiérrez, brillante presor de Coímbra, el más poderoso aristócrata gallego. Fue educado por los Banu Qasi de Zaragoza,
Ya en vida de su padre ejerció con general aplauso el gobierno de Galicia. Dirigió personalmente —tal vez en el año 908— la celebrada expedición militar sobre la Bética, en la que llegó a la ciudad de Sevilla, destruyendo su importante barriada de Regel, considerada como una de las más fuertes y opulentas. Ya había fallecido su padre y se computaba el cuarto año del reinado privativo de Ordoño en Galicia cuando Urdun ibn Adfuns —en expresión de la Crónica Anónima de al-Nasir— con un gran ejército de treinta mil hombres, entre jinetes, infantes y arqueros, llegó a Évora el 19 de agosto de 913 y, aprovechando la existencia de un basurero junto a las murallas, entró a sangre y fuego. En un solo día desbarató la resistencia de la ciudad, causando la muerte del gobernador Marwan Abd al-Malik con los 700 hombres de la guarnición y haciendo 4.000 prisioneros, en su mayoría mujeres y niños, con los que emprendió el camino de regreso al día siguiente de llegada a Évora. Según la mencionada Crónica, No había memoria en Al-Andalus de un desastre del Islam, por parte del enemigo, más afrentoso y terrible que éste.
Ascenso al trono leonés
Como si creyera de obligado cumplimiento sucesorio alguna norma legal o consuetudinaria, el Continuador de la Crónica Albeldense dice que a la muerte de García, su hermano Ordoño -ut decebat- adquirió el gobierno del reino. El gran historiador cordobés Ibn Hayyan dice a tal respecto que:
- ...al morir su hermano García los cristianos llamaron a Ordoño desde León y Astorga, capitales de su reino, dejando él en Galicia como vicarios a los condes de su confianza y tomando el gobierno de la comunidad cristiana en plena soberanía.
Explicación ésta que excluye en este caso toda complicación legalista y sitúa la sucesión de Ordoño en el ofrecimiento espontánea de la corona leonesa por parte de sus dos ciudades principales, y aceptada libremente por él, que la recibió cuando llegó el momento oportuno.
Entre la muerte de García —que debió acaecer hacia el mes de abril de 914— y el comienzo del cómputo leonés de Ordoño, que se supone iniciado en los primeros días de diciembre del mismo año, hay un espacio de varios meses de silencio por parte de la Curia Regia leonesa. Al parecer Ordoño debió contraer una grave enfermedad infecciosa en tierras de Badajoz, y en lugar de suceder directamente a su hermano, continuó hasta sus dominios de Galicia. Allí, en un documento otorgado en favor de la diócesis de Mondoñedo, se recoge lo siguiente: "Presiento que mi muerte está próxima y que no me queda otra esperanza que la misericordia del Omnipotente y la intercesión de los santos." Sin embargo, la enfermedad debió resolverse con feliz e inesperada rapidez, ya que a primeros de diciembre era aclamado como monarca en Santiago de Compostela
Afirma el Post-Albeldense que Ordoño Adefónsiz, "debelador de Cristo", fue aclamado soberano por todos los magnates de España, obispos, abades, condes y primates, reunidos en asamblea general. Le fue imponiésta la regia diadema el 12 de diciembre de 914, tras haber sido ungido por doce obispos en el trono de León.
Principales campañas militares
Consolidado su poder y apoyado resueltamente por sus condes, Ordoño II emprendió su primera expedición militar como rey de León en el verano de 915, dirigida contra las tierras norteñas de Miknasat al Asnam, como llamaban los mahometanos al territorio de Mérida. Según Al-Razi, emprendió la campaña por la ruta de Zamora, sometiendo primero Medellín, y luego Castillo de la Culebra o Kalat al-Hanash (Castro Alange), acampando al día siguiente junto a Mérida, donde se le sometieron los gobernadores de esta ciudad y de Badajoz, pagando tributo a los leoneses, que regresaron a sus tierras con un gran botín y muchos cautivos por el camino de Toledo.
La campaña fue tan satisfactoria para el monarca, que, tan pronto como llegó a León, quiso mostrar su gratitud a la Madre de Dios, erigiendo en su obsequio un nuevo templo catedralicio, a cuyo efecto donó su propio palacio, engrandeciendo asimismo con donaciones de tierras la diócesis legionense, que hasta entonces se había tenido que conformar con un modesto templo, situado extramuros y consagrado a San Pedro apóstol.
Al año siguiente, también en el verano, el Rey salió nuevamente a campaña, ahora sobre las mismas tierras, no muy lejanas de Mérida, que había amenazado en su brillante campaña sobre Évora de 913. También ahora devastó, depredó y sometió al fuego las áreas suburbanas que habían quedado indemnes en aquella ocasión. Enfrentado a un contingente armado llegado de Córdoba, lo derrotó y apresó a su jefe, al que llevó encadenado a León.
Las batallas de Castromoros y Valdejunquera
La reacción de los mahometanos no se hizo de esperar. Según la Crónica Anónima de Al-Nasir, una primera aceifa se inició el 15 de junio de 916, bajo la dirección del caid Ahmad ibn Muhammad ibn Abi Abda, regresando a Córdoba sin mayor percance. El nuevo emir cordobés, Abderramán III, haciénose eco del clamor popular contra los continuos éxitos cristianos, reunió entonces un inmenso ejército que incorporaba contingentes de la Tingitania y la Mauritania. A su mando iba de nuevo Ahmad ibn Muhammad ibn Abi Abda, el Hulit Abulhabat del Post-Abeldense.
La inmensa hueste mahometana salió de Córdoba el 2 de agosto de 917 y llegó a la ribera del Duero (cuya frontera ambicionaba el omeya) el 1 o el 2 de septiembre, sembrando la muerte y el saqueo. Los moros establecieron su campamento junto a la localidad de San Esteban de Gormaz, por entonces llamada Castromoros. Entonces aparecieron de improviso el rey Ordoño y sus hombres, que cayeron como un lobo sobre un indefenso rebaño. La batalla es uno de los hitos de la historia medieval española. Según las crónicas cristianas, los leoneses causaron tanta muerte entre sus enemigos que el número de sus cadáveres excedía del cómputo de los astros, pues desde la orilla del Duero hasta el castillo de Atienza y Paracuellos, todo estaba cubierto de cadáveres. En cualquier caso, el derrotado ejército invasor se retiró a sus tierras el día 4, completamente desbaratado. Entre los muchos musulmanes que sucumbieron estaba el propio Hulit Abulhabat, cuya cabeza mandó el rey Ordoño suspender de las almenas de San Esteban de Gormaz junto a la de un jabalí. Acuden entonces al rey leonés, suplicantes y angustiados, castellanos y navarros, con la esperanza de que el poderío de las armas leonesas les librara del acoso musulmán.
Finalizando la primavera del año 918 y concertados entre sí el monarca leonés y Sancho Garcés, rey de Pamplona, movilizaron sus tropas y marcharon juntos sobre Nájera, en la Marca Superior, a la que llegaron a comienzos de junio, sitiándola durante tres días. Pasaron luego a Tudela, bordearon los confines de la Morcuera y Tarazona, y penetraron en los arrabales de Valtierra. Arnedo y Calahorra fueran tomadas de manos de los Banu Qasi de Zaragoza.
Estos sucesos irritaron tanto al emir Abderramán, que ya el 8 de julio de ese año salía de Córdoba un ejército de castigo, mandado por Badr ibn Ahmad, que llegaba al territorio de Mutoniya o Mutonia -lugar hoy desconocido, perteneciente a las tierras de Soria o Segovia- donde derrotó a los ejércitos navarros y leoneses, en dos batallas, los días 14 y 16 de agosto. La noticia de este triunfo fue celebrada en Córdoba con júbilos públicos, mientras que el cronista Sampiro señala que, tras la victoria de Castromoros llegó al lugar de Mitonia una aceifa musulmana, en cuyo encuentro sobrevino la ruina de muchas gentes de ambas partes, añadiendo como consuelo una cita bíblica, que atribuyó a David: Varií sunt eventus belli.
Sin resignarse, Ordoño se puso a organizar la campaña del año siguiente, movilizando a sus hombres y poniéndose en marcha hacia la frontera cuando ya corría el mes de octubre de 919. Según la Crónica de al- Nasir, el prevenido emir cordobés hizo salir hasta la frontera un ejército, al mando de su pariente Ishaq ibn Muhammad al-Marwani, bastando esto para que el rey de León desistiera de su iniciativa, regresando a sus tierras sin causar ningún daño a los musulmanes; los cuales, a su vez, también volvieron a su punto de partida. Lo curioso del caso es que inmediatamente Abderramán anunció la guerra santa y organizó la movilización general de su ejército, que ya celebró el alarde el día 23 de abril de 920, iniciando su salida el 23 de mayo, al mando del propio emir. Marcharon de Córdoba a Caracuel, sobre el Guadiana, a Toledo y Guadalajara, de aquí a Medinaceli, reconquistando luego Osma (8 de julio) y San Esteban de Gormaz. Las huestas mahometanas cayeron a continuación sobre Clunia y Burgos, Tudela y Calahorra.
El rey de Navarra aguardaba dentro de Arnedo, pero viendo que las tropas musulmanas, después de tomar Calahorra se dirigían hacia su capital, se apresuró a ir al norte y unir sus tropas con las del rey de León, quien venía en su ayuda. Los moros siguieron a Viguera, donde derrotaron a las primeras fuerzas conjuntas que les opusieron Ordoño y Sancho, llegando por fin a Muez, en el valle de Junquera, lugar situado a unos veinticinco kilómetros al suroeste de Pamplona. En la subsiguiente batalla de Valdejunquera, el 26 de julio de 920, el emir cordobés derrotó nuevamente a las escasas huestes reunidas por leoneses y navarros, quedando cautivos los obispos de Tuy y Salamanca, Dulcidio y Hermogio. Los supervivientes se refugiaron en las fortalezas de Muez y Viguera, que fueron cruelmente asediadas por el emir andalusí. Tras tomar las plazas, todos los cautivos fueron degollados, y, finalmente, arrasó los campos antes de volver a Córdoba.
De tal descalabro se culpó a los condes castellanos Nuño Fernández, Abolmondar Albo y su hijo Diego, y Fernando Ansúrez, por no haber acudido al combate. Convocados por el monarca en el lugar de Tejar, a orillas del Carrión, los condes fueron apresados y encarcelados (aunque según la tradición fueran muertos). En cualquier caso, debieron ser liberados poco tiempo después, ya que la documentación los presenta actuando con normalidad.
El final del reinado
A pesar de tales contratiempos, Ordoño reunió nuevamente un ejército y marchó contra los moros, llegando al territorio de Sintilia, en Guadalajara. Allí asoló los cultivos y abatió los castillos de Sarmalón, Eliph, Palaces, Castejón de Henares, Magnanza y otros muchos. Según Sampiro, los leoneses se internaron tanto en territorio andalusí que llegaron a una sola jornada de Córdoba (probablemente una confusión por Toledo). Desde allí regresó el Rey a sus tierras, llegando a Zamora el 1 de agosto de 921, donde halló muerta a su esposa la reina Elvira.
A finales del verano de 923, a petición del monarca navarro, el rey Ordoño marchó sobre La Rioja, ocupando Nájera, en tanto que Sancho Garcés hacía lo propio en Viguera, apresando y dando muerte a Muhammad ibn Abdallah ibn Lubb, de los Banu Qasi, y a otros nobles musulmanes. Tras fundar el monasterio de Santa Coloma de Nájera (21 de octubre), y aprovechando el prestigio de las armas leonesas, obtuvo la mano de la infanta Sancha, hija del rey navarro, con quien regresó a su capital.
Ordoño II falleció a mediados de junio del año 924, al cabo de nueve años y medio de reinado. Fue enterrado en la Catedral leonesa, en cuya girola, tras el altar mayor, aún puede verse su sepulcro. Su hermano Fruela II usurpó el trono que correspondía a sus hijos.
Semblanza del monarca
La Crónica Post-Abeldense describe a Ordoño II como:
- Prudentísimo en la guerra, justo y muy misericordioso con los ciudadanos, piadosísimo y entrañable, fuera del usual modo humano, para los infelices y los pobres y famoso por su honestidad en todos los negocios concernientes al gobierno del reino
Añade que no sabía descansar (labori nescius cedere), temiendo que el ocio menguara su preocupación por los asuntos del reino.
Ordoño II se sentía heredero de la España visigoda y aspiraba a su restablecimiento. Adquirió un gran renombre, figurando en numerosos romances y cancioneros.
Matrimonio y descendencia
De su primer matrimonio con Elvira Menéndez (892), Ordoño II tuvo cinco hijos y una hija:
- Sancho, que reinaría en Galicia (926-9).
- Alfonso, que posteriormente llegaría a ser Rey de Léon (925-31).
- Ramiro, que posteriormente llegaría a ser Rey de León (931-51).
- García.
- Sancho.
- Jimena.
Su segunda esposa fue Aragonta Gutiérrez (922), hija de Gutierre Osorio y Elvira Gatónez (biznieta del rey Ramiro I de Asturias ) con quien no tuvo descendencia. Su tercera y última esposa, desde 923 hasta su muerte, fue Sancha, hija del rey navarro Sancho Garcés I, con quien tampoco tuvo hijos.
Véase también
Bibliografía
- Rodríguez Fernández, Justiniano (1997): Reyes de León (I). García I, Ordoño II, Fruela II y Alfonso IV Burgos, La Olmeda. ISBN 84-920046-8-1
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