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Cneo Pompeyo Magno

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Cneo Pompeyo Magno (a semejanza de Alejandro Magno), en latín Gnaeus o Cnaeus Pompeius Magnus, fue un político y general romano, nacido el 29 de septiembre del año 106 a. C., hijo de Cneo Pompeyo Estrabón. Murió refugiado en Egipto, donde fue asesinado el 28 de septiembre del año 48 a. C.

Juventud

Pompeyo el Grande fue hijo de Cneo Pompeyo Estrabón, uno de los generales y políticos más famosos de su tiempo. Aunque aristócrata y dueño de una gran fortuna, Pompeyo era lo que la nobleza romana llamaba despectivamente "un hombre nuevo", es decir, proveniente de la nobleza rural y provinciana (posiblemente de la región del Piceno), sin antecedentes en el servicio al estado. De hecho, Pompeyo Estrabón sería el primero de su familia en entrar en el Senado.

Desde muy joven tuvo vocación política y militar y gran ambición por conseguir una buena carrera y llegar al mandato supremo de Roma. Educado, de hecho, en el ejército por su padre, Pompeyo participaría en algunas de sus campañas durante la Guerra Social (91-88 a. C.). En esta efímera época de servicio al ejército de su padre, aún siendo muy joven, se creó gran fama entre los soldados romanos, que lo apodaban el "adolescentus carnifex" (el adolescente carnicero) por su frialdad y crueldad en el campo de batalla.

Sila y la Primera Guerra Civil

De ideas conservadoras, al igual que su padre, Pompeyo no simpatizaba con el régimen popular que se había establecido en Roma tras la marcha del general Lucio Cornelio Sila a Oriente.

A la muerte de Mario y Cinna se produjo la progresiva crisis del gobierno, ahora ejercido por los cónsules Papirio Carbón y Mario el joven. Fue entonces cuando se produjo una gran sublevación de los conservadores: Quinto Cecilio Metelo Pío se rebeló en África, Marco Licinio Craso en Hispania y Pompeyo hizo lo propio en el Piceno, al mando de tres legiones.

En este estado de cosas, en la primavera del año 83 a. C., Sila desembarcaba en Brundisium (Brindisi), con su pequeño curtido ejército de 40.000 hombres. Frente a sí encontró un ejército comandado por Papirio Carbón y Mario el joven, sucesores de Cinna. Los encarnizados combates que tuvieron lugar el verano del 83, la primavera y el verano del 82, pueden ser considerados la primera guerra civil entre romanos. Según los distintos autores, se habla ya de 50.000, ya de 70.000 muertos entre los dos ejércitos. Tres fueron las grandes victorias de Sila: la del monte Tifata sobre Cayo Norbano Balbo (83), la de Sacriportus, sobre Cayo Mario, hijo, (82) y, sobre todo, la de Porta Collina frente a Cayo Carrinas (1 de noviembre del 82), junto a los muros de Roma.

Pompeyo supo ganarse el aprecio de Sila gracias a su arrojo y sus dotes militares, lo cual provocó la envidia de Craso. De hecho, Pompeyo se divorció de su primera esposa, Antistia, para casarse de nuevo con Emilia, la hijastra del dictador.

Mientras, Perpenna y Cneo Domicio Aenobarbo, generales enemigos de Sila, se apoderaron, respectivamente, de Sicilia y África. Pompeyo reunió al ejército y recuperó rápidamente la isla, para desembarcar poco después en África con cinco legiones. Allí dio muestras de nuevo de su capacidad militar, reconquistando la provincia e invadiendo Numidia y derrocando a su rey Hiarpas, que apoyaba a los populares.

Gracias a sus éxitos, Pompeyo logró un gran prestigio entre sus tropas, hasta el extremo de que ofrecieron sublevarse contra Sila en su favor, según nos cuenta Plutarco.

A su regreso a la capital fue honrado por Sila con el título de "Magno", que adoptó como cognomen, pasando a llamarse Cneo Pompeyo Magno, o sea, Cneo Pompeyo el Grande. Corría el año 79 a. C. y éste sólo tenía 24 años. Su creciente prestigio no hizo sino afianzar aún más su carácter vanidoso y presumido.

Sin embargo, el anciano dictador le negó la celebración de su triunfo, a lo que le recordó a Sila, viendo la simpatía que despertaba Pompeyo en el pueblo que "es normal que se prefiera al sol naciente frente al sol que se pone". Finalmente, el Senado romano le autorizó para celebrar su primer triunfo.

Pompeyo tras la retirada de Sila

En el 79 a. C. Lucio Cornelio Sila renunció a la dictadura y se retiró de Roma, muriendo poco después, en el 78 a. C.

Aunque su relación se había deteriorado mucho, como lo demuestra el hecho de que Sila no le legara nada en su testamento, Pompeyo fue quien llevó su cuerpo a Roma y presidió su funeral.

Poco después comenzaron los primeros desórdenes políticos. El cónsul Lépido trató de derrogar las leyes promulgadas por Sila. El Senado le ofreció el gobierno de la Galia Cisalpina para alejarlo de la capital. Pronto Lépido se sublevó y marchó contra Roma.

El Senado, asustado, entregó a Pompeyo el mando del ejército, con el que derrotó al excónsul a las puertas de Roma. Tras esto el general sitió y rindió la ciudad de Módena, donde se habían refugiado los partidarios de Lépido.

Mientras, la situación en Hispania estaba alcanzando su punto crítico: Quinto Sertorio, uno de los antiguos partidarios de Cayo Mario, se había adueñado de casi toda la región y no reconocía la autoridad de Roma. El ejército de Quinto Cecilio Metelo Pío fracasaba una y otra vez en su intento por aplastar la rebelión.

Las guerras de Sertorio

Roma, decidida a reconquistar Hispania, creó un ejército especial y pidió a los cónsules que se hiciesen cargo, pero se negaron a emprender esa campaña. Sin embargo se ofreció voluntario un general joven y ambicioso, Cneo Pompeyo Magno.

En primer lugar, Pompeyo y su ejército hicieron la gran obra de construir una calzada en el monte Genèvre, que fue el primer camino artificial que hubo en los Alpes, el mismo que años más tarde, en el 58, utilizaría César para llevar sus legiones a la Galia. Fue necesario construir esta ruta porque el camino de la costa estaba ocupado por el pueblo de los salvios (bárbaros vecinos de Marsella), que estaban en pie de guerra. Al pasar Pompeyo por la nueva ruta construida sorprendió a los salvios por el flanco y los venció sin dificultad, pudiendo así seguir por la carretera de la costa, cruzar los Pirineos y entrar en Hispania el año 77 a. C. con un ejército de 50.000 infantes y 1.000 jinetes.

Pompeyo comenzó con mal pie, siendo rápidamente derrotado por Sertorio junto al río Sucro (actual Júcar). Sólo la llegada a tiempo de Metelo salvó la vida de Pompeyo. Sertorio, vanagloriándose por el combate, dijo: "Sin esa vieja (Metelo), habría mandado a Roma a ese niño (Pompeyo) luego de haberle dado de palos".

Sin duda durante estos meses los vascones, o una parte de ellos, concertaron una alianza con Pompeyo, quien avanzado el año 75 a. C. y encontrándose escaso de víveres, se retiró a su territorio. Aquel mismo invierno cambió el nombre de una aldea vascona pre-existente llamada Bengoda o Benkota, (capital de los Barskunes o Vascones), por el de Pompaei-ilun (ciudad de Pompeyo), la actual Pamplona.

En el 74, ambos -Pompeyo y Metelo- avanzaron en dos frentes (el primero por el valle del Duero hacia el oeste, y el segundo en el frente oriental, a lo largo del valle del Jalón) asediando los puntos fuertes de Sertorio, destruyendo los campos y tratando de atraerse a la población indígena. Las dificultades de Sertorio parecían venir confirmadas por el pacto suscrito con Mitrídates VI, rey del Ponto y eterno enemigo de Roma quizá ya a finales del 75. Pompeyo y Metelo se unieron, a finales de esta campaña, en su intento de tomar Kalakorikos Calagurris, ciudad de los celtas Berones, aliados de Sertorio y que, dirigidos personalmente por éste, lucharon encarnizadamente contra Pompeyo . El fracaso de ambos les obligó a retirarse y esperar, tras el invierno, a una nueva campaña.

A lo largo del año 73, Pompeyo, sin la ayuda ya de Metelo, llevó a cabo una intensa campaña de conquistas en la Celtiberia, lo que oblígó a Sertorio a hacerse fuerte en el valle del Ebro (especialmente en las ciudades de Ilerda, Osca y Calagurris). Las plazas fuertes de Sertorio en el Levante (Tarraco, Dianium) también cayeron durante estos meses. Finalmente, ya en el año 72, una conspiración de sus más directos colaboradores, encabezada por Perpenna, puso fin a su vida. Pompeyo tomó Kalakoricos y pasó a cuchillo a los Berones, vendiendo como esclavos a los pocos supervivientes y entregando la ciudad y las tierras Beronas a los Vascones en pago a los servicios que le habían prestado. Kalakorikos pasó a llamarse Calagurris.

Perpenna asumió el gobierno de la Hispania Citerior como sucesor de Sertorio, pero poco después fue derrotado en combate, cayó prisionero y fue ejecutado.

En este momento diversas ciudades se sometieron a Pompeyo, entre ellas Osca. Sólo dos ciudades resistían aún: Uxama (Osma) y Clunia; pero ambas terminaron sucumbiendo a las tropas leales a Pompeyo. Las tropas sertorianas supervivientes huyeron a Mauritania o se unieron a los piratas.

La Guerra Servil y el consulado

Mientras Pompeyo se enfrentaba con Sertorio, un nuevo conflicto amenazaba a la República romana: la rebelión de Espartaco, que estalló en Capua en el 73 a. C. Los esclavos vencieron repetidas veces a las legiones y sembraron el terror en Italia.

En el 71 a. C. se hacía cargo de la dirección de la guerra Marco Licinio Craso, uno de los antiguos partidarios de Sila, quien pagó de su propio bolsillo a seis legiones. La guerra cambió de bando y Craso logró derrotar a los esclavos en varias batallas y cercarlos en el sur, donde pretendían pasar a Sicilia.

En ese mismo año Pompeyo regresó a Italia, pero alertado por el Senado, desembarcó en el sur para hacer frente a Espartaco, en el puerto de Rhegium. Poco después, Lúculo hizo lo propio en Brundisium con cinco legiones más.

Temiendo ser rodeado por los tres ejércitos, Espartaco dio la vuelta y atacó a Craso en Apulia, siendo completamente derrotado. Pompeyo aún llegó a tiempo para destruir una banda de unos 5.000 esclavos que habían quedado aislados.

En un acto de prepotencia, Pompeyo escribió al Senado diciendo que aunque era Craso quien había vencido a Espartaco, él era quien "había extirpado el mal de raíz", terminando la guerra y reclamando buena parte del mérito.

Al llegar a Roma, el Senado le autorizó para celebrar otro triunfo en virtud a sus victorias frente a Sertorio y los esclavos, mientras que Craso debía conformarse con una ovación. A raíz de esto surgió una profunda antipatía entre ambos.

Poco después, en el 70 a. C. Marco Licinio Craso y Cneo Pompeyo Magno fueron nombrados cónsules de la República Romana. El nombramiento de Pompeyo fue una excepción en la que el Senado se saltó las normas y leyes por las que se regían entonces para obtener este título, es decir, lo que se llamaba cursus honorum.

Su año de consulado no dio para mucho, puesto que la difícil relación entre los cónsules les impidió colaborar. Su única iniciativa de importancia fue restablecer algunas de las antiguas prerrogativas de los tribunos de la plebe abolidas por Sila.

Los piratas

Pompeyo pasó los dos años siguientes en la capital, asistiendo al enrarecimiento de la plebe debido al progresivo aumento del precio del pan. La causa: la interrupción del comercio por culpa de los piratas del Mediterráneo.

El Senado de Roma llevaba muchos años sin ocuparse de la marina y del cuidado de sus costas, (desde la exitosa campaña de Marco Antonio Orator), hecho que los numerosos piratas aprovecharon para vivir a sus anchas y actuar en consecuencia. El Mediterráneo estaba invadido por estos forajidos aventureros que procedían casi todos de las costas de Cilicia en Asia Menor (en el golfo de Alejandretta, frente a la isla de Chipre). Su audacia y su seguridad eran tales que llegaron a desembarcar en la desembocadura del Tíber, internándose hasta las cercanías de Roma sin ser molestados.

El pueblo por medio de un tribuno tomó medidas contra este inconveniente. Dadas las circunstancias, en el año 67 a. C. la Asamblea del pueblo aprobó la Lex Gabinia propuesta por Aulo Gabinio, y por la cual se otorgaba a Pompeyo hasta 200 naves y autorización para aumentar su ejército, cosa que no se hacía normalmente con ningún general.

Pompeyo expulsó a los piratas de Italia y de Sicilia en cuestión de seis semanas, luego fue a Roma a darse un descanso, dirigiéndose luego a Grecia desde donde los desbarató en cincuenta días, más tarde los arrinconó en Cilicia y perdonó a todos los que se rindieron, les obligó a entregar su capital y luego los diseminó por todas las ciudades de Asia.

Pompeyo en Asia

En el 67 a. C. estalló la Tercera Guerra Mitridática entre el Ponto, dirigido por su ambicioso rey Mitrídates VI, y Roma. El encargado de dirigir la guerra fue el antiguo lugarteniente de Sila, Lucio Licinio Lúculo. A pesar de sus éxitos, Lúculo no logró capturar al rey de Ponto ni evitar la entrada de Armenia (cuyo rey Tigranes era cuñado de Mitrídates) en la guerra contra Roma.

El tribuno Manilio propuso una ley que confiaba la guerra contra Mitrídates a Pompeyo, nombrándole procónsul en Cilicia, Asia y Bitinia; A la ley se opusieron los oligarcas, temerosos de la popularidad de Pompeyo, pero logró triunfar gracias al apoyo de los senadores Cayo Julio César y Marco Tulio Cicerón.

Pompeyo se unió a Lúculo en Galacia; la entrevista de estos dos generales terminó en (incluyendo 3 legiones veteranas de Lúculo) contra Mitrídates que fue derrotado entre el Éufrates y Nicópolis y huyó hacia Dioscurias, donde invernó (66-65 a. C.), mientras los hijos de Tigranes llamaron a Pompeyo a Armenia, y el rey armenio se entregó al general romano, que le dejó el reino de Armenia.

Sometió entonces Pompeyo a los albanios del Cáucaso, y en el 65 a. C. a los íberos, y penetró en la Cólquide. Mitrídates se escapó una vez más y se refugió en Crimea. En el 69 a. C., Pompeyo organizó las conquistas, privó al reino del Ponto de las ciudades de tipo griego, a excepción de algunas villas de la costa, y lo subdividió en 11 satrapías.

A partir del 64 a. C., Mitrídates reorganizó su ejército en Crimea. Su plan era, como el de Aníbal, lanzar a los bárbaros contra Roma. Ya había pactado con algunas tribus bárbaras del Danubio una gran ofensiva contra Italia, cuando en el 63 a. C., su hijo Farnaces se sublevó en Panticapeo. Mitrídates se hizo matar entonces por su guardia. Acababa de morir uno de los grandes enemigos de Roma.

Poco después Pompeyo marchó hacia Siria y depuso a su rey Antíoco XIII e incorporó su reino a la Républica Romana como nueva provincia. Gracias a esta nueva adquisición y a los anteriores saqueos cometidos en Asia, Pompeyo logró duplicar los ingresos del tesoro de Roma y aumentar aún más su fortuna personal.

Mientras, en Israel, Salomé Alejandra había sucedido a su marido al frente del estado. Como no podía asumir las funciones de sumo sacerdote, confió este cargo a su hijo Hircano II. A causa de sus enfrentamientos con los fariseos, los saduceos se agruparon en torno a Aristóbulo, el otro hijo de Salomé Alejandra. Basándose en estos apoyos, Aristóbulo prepara su sucesión ocupando las fortalezas de Maqueronte, Alexandreion e Hircanion. Cuando muere Salomé en el año 67 a. C., Aristóbulo se hizo inmediatamente con el poder, obligando a su hermano Hircano a renunciar a todas sus funciones. Hircano encontró apoyo en el gobernador de Idumea y firmó un tratado con Aretas III, rey de los nabateos. Aristóbulo fue vencido en el 65 a. C., pero logró volver a Jerusalén y encerrarse en el templo, donde sufrió el asedio de Hircano, sostenido por Aretas y el partido fariseo.

Esta división del reino entre hermanos enemigos fue la ocasión ideal para que los romanos intervinieran. Pompeyo ordenó al rey Aretas que se retirara y convocó a las dos partes en litigio: Aristóbulo e Hircano, con una delegación de los hasidim que solicitaban la restauración pura y simple de la teocracia. Pompeyo escuchó, prometió ir a Jerusalén y comprometió a las partes a que entre tanto respetaran la paz. Pero Aristóbulo creyó que podía rebelarse. Pompeyo acudió inmediatamente a Jerusalén e Hircano le abrió las puertas. Aristóbulo fue encarcelado y sus partidarios se refugiaron en el templo, que fue tomado en el año 63 a. C. muriendo 12.000 judios. Pompeyo entró en él, incluso hasta el santo de los santos (Sancta Santorum), lo que escandalizó a todos.

Aristóbulo partió para Roma con sus hijos, para formar parte del triunfo de Pompeyo, e Hircano fue introducido de nuevo como sumo sacerdote. Pompeyo vinculó Judea a la provincia de Siria, aunque dejándole a Hircano una parte de autoridad sobre Judea, Perea y Galilea.

El primer triunvirato

En el apogeo de su gloria, Pompeyo regresó a Roma y licenció su ejército en el 61 a. C. Se presentó ante el Senado pidiendo la aprobación de su política en Oriente y el reparto de tierras entre sus veteranos como recompensa. Para su sorpresa, el Senado se negó a aceptarlo.

Profundamente irritado, Pompeyo buscó aliados fuera entre los senadores demócratas, entonces una minoría en la asamblea. No tardó en lograr el apoyo de dos viejos conocidos: Marco Licinio Craso, el viejo partidario de Sila y ahora hombre más rico de Roma y líder de los equites, y de Cayo Julio César, sobrino de Cayo Mario y líder de los populares. Estos tres hombres formaron el Primer Triunvirato.

Los integrantes del Triunvirato se complementaban a la perfección entre sí, debido a que esta alianza se formaba en base a los vínculos personales de sus miembros: Craso y Pompeyo habían sido colegas con anterioridad, en el 70 a. C. cuando compartieron el Consulado (notable por devolver los poderes que Sila le había quitado a los Tribunos de la Plebe). Desde ese entonces diferentes hechos habían logrado que entre ambos se generara una antipatía candente, cada uno envidiando los aciertos del otro y creyendo que uno quería sacar ventaja al otro en todo momento. Ambos inmensamente ricos y con prestigio militar, Pompeyo era el hombre que había llevado las fronteras de Roma al límite del mundo en Oriente, y Craso el que detuvo la amenaza de Espartaco -y quien a su vez era la cabeza de los hombres de negocios en Roma-. Sus impresionantes currícula los ponía en una constante rivalidad que había minado su relación a lo largo del tiempo. César, si bien sin el prestigio militar ni la fortuna de ambos, era un hombre con falta de escrúpulos, cinismo político y sagaz inteligencia combinados con un sabio conjunto de políticas demagógicas orientadas a ganar el apoyo del pueblo.

Entre las acciones de los triunviros destacarían el apoyo de Craso y Pompeyo para que César lograra el consulado en el 59 a. C. Éste, siendo ya cónsul, logró ratificar la política en Asia de Pompeyo, la reducción en un tercio de la adjudicación de arriendos y el reparto de tierras del estado entre los ciudadanos pobres y los soldados veteranos. Además enviaron al exilio al senador y ex-cónsul Marco Tulio Cicerón (quien se oponía a la labor del Triunvirato, al que tachaba de "monstruo de tres cabezas") como castigo por sus ejecuciones durante la Conjuración de Catilina y favorecieron el ascenso de ciudadanos adictos como Pisón, el suegro de César. A César se le nombro gobernador de la Galia Cisalpina, Galia Narborense e Illiria; Pompeyo quedo a cargo de Hispania; y Craso se quedo con Siria.

Para reforzar aún más su unión, Pompeyo se casó con la hija de César, Julia, de tan sólo 14 años. A pesar de ello, surgió un gran amor entre ambos.

La crisis del triunvirato

Al terminar su mandato, César fue nombrado procónsul de las provincias de la Galia Cisalpina, Narbonense y de Iliria. Desde sus provincias, inició la llamada Guerra de las Galias (58-51 a. C.) durante las cuales logró someter toda la Galia y aún cruzó dos veces el Rhin y el Canal de la Mancha.

Mientras, Pompeyo y Craso quedaron en Roma como árbitros de la situación. La relación entre ambos se fue deteriorando por momentos. Así, Pompeyo favorece el ascenso de Milón, su títere político y enemigo del tribuno Clodio, agente de Craso y César. Clodio y Milón se enfrentan en una serie de combates callejeros que llevan a Roma a una situación de caos, inseguridad y desórdenes.

Para calmar la situación y lograr mantener el triunvirato, César se reunió con Pompeyo y Craso en Lucca en el 56 a. C. Allí, acordaron que Pompeyo y Craso serían nombrados de nuevo cónsules al año siguiente y posteriormente gobernadores procónsules de Hispania y Siria, respectivamente. César mantendría el mandato sobre sus provincias 5 años más.

En el 55 a. C. Pompeyo y Craso fueron elegidos cónsules. La situación se fue enrareciendo cada vez más debido a las noticias que llegaban de la Galia sobre los espectaculares triunfos de César, que provocaban la envidia de los cónsules.

Así, Craso se marchó de Roma al terminar su mandato consular y preparó la invasión del Reino de los Partos desde su provincia de Siria. Pompeyo, en cambio, envió a Hispania a sus legados y se quedó en Roma, donde se acercó cada vez más a los senadores reaccionarios.

Tras la muerte de Julia durante un parto y la de Craso en la batalla de Carrhae (53 a. C.) ante los partos, el Primer Triunvirato quedó definitivamente deshecho.

Poco después, en Roma, Milón asesinaba a Clodio y el pueblo se rebelaba, intentando incendiar el Senado. El senador Catón ofreció entonces a Pompeyo poderes dictatoriales y le encargó sofocar la rebelión. En virtud de este acuerdo con el Senado, Pompeyo fue nombrado "cónsul sin colega".

La Segunda Guerra Civil

Tras el sitio de Alesia y la consiguiente rendición de Vercingétorix, César logró dominar toda la Galia. El Senado aprovechó entonces para exigir la renuncia de César de sus poderes proconsulares y le ordenó entregar sus legiones y volver a Roma.

El general puso como condición la retirada de Pompeyo, a lo que éste se negó. Entonces el Senado declaró a Julio César enemigo público. César reaccionó cruzando el Rubicón (49 a. C.) con la XIII Legión y avanzó por Italia sin encontrar oposición. Pompeyo, ante la rapidez de los cesarianos y el apoyo que recibían, reaccionó ordenando evacuar Roma, acompañado por su ejército y el Senado.

Aunque dudó si marchar hacia Hispania (donde tenía abundantes clientes desde la época de la guerra con Sertorio), finalmente prefirió retirarse hacia el puerto de Brundisium, y desde allí, marchar a Oriente, donde contaba con numerosos veteranos y reyes adictos.

Aunque César le sitió en Brundisium, Pompeyo logró retirarse con su ejército sin apenas bajas en una espectacular fuga. Desembarcó en Dyrraquium, un excelente puerto que pensó que podría serle útil para reconquistar Italia. Desde allí, acumuló provisiones y reunió un inmenso ejército.

Mientras, César marchaba a Hispania, provincia leal a Pompeyo. En la batalla de Ilerda, los pompeyanos fueron deshechos con relativa facilidad. En cambio, el ejército de César fue incapaz de tomar la provincia de África, bien defendida por los pompeyanos y su aliado, el rey Juba I de Numidia.

En el 48 a. C. César y su ejército desembarcaron en Grecia y se presentaron frente a los muros de Dyrraquium, donde se libró el primer combate entre César y Pompeyo, terminando con una pequeña victoria para el segundo y la huida de César (Batalla de Dirraquio)

Pese a todo, Pompeyo conocía la superior calidad de las tropas cesarianas y era partidario de mantener una estrategia basada en el desgaste. Sin embargo, los senadores, envalentonados por la victoria de Dyrraquium, presionaron a Pompeyo para que aceptara enfrentarse a César en una batalla campal.

El combate tuvo lugar en Farsalia (Batalla de Farsalia) el 9 de agosto del 48 a. C. La batalla terminó con un triunfo aplastante para el ejército de César y la huida de Pompeyo.

El ocaso de Pompeyo el Grande

Pompeyo tras la batalla de Farsalia huyó hacia la costa del Egeo escondiéndose de los cazarrecompensas que le pisaban los talones, allí fletó un barco para navegar hasta Mitilene, donde estaba su mujer Cornelia (con la que se había casado tras la muerte de Julia). Tras reunirse con ella, partieron rumbo a Egipto con una pequeña flota, con la intención de pedir ayuda a Ptolomeo, el faraón de Egipto, un niño de 12 años.

Tan sólo un mes después de Farsalia, Pompeyo llegó a las costas de Egipto y envió emisarios al rey. Tras unos días esperando anclado frente a los bancos de arena, el 28 de septiembre del 48 a. C., una pequeña barca se acercó hasta los navíos romanos. Invitando a subir a bordo a Pompeyo, en la orilla aguardaba Ptolomeo XIII; tras despedirse de su mujer Pompeyo fue conducido hasta la orilla, y mientras la barca avanzaba trató de entablar conversación con la gente de la barca sin obtener respuesta.

Tras tomar tierra, un renegado romano desenvainó su espada y atravesó a Pompeyo, que acto seguido soportó una lluvia de puñaladas, llevándose con las dos manos la toga a la cara. Cornelia y el resto de los tripulantes de la pequeña flota observaron los sucesos impotentes desde el mar, sin poder hacer nada. Acto seguido Pompeyo fue decapitado.

La cabeza fue enviada al rey Ptolomeo, quien se la entregó a César como muestra de amistad. Éste, en vez de agradecer la muerte de su enemigo, rompió a llorar (Pompeyo había sido su amigo, aliado y el marido de su hija) y posteriormente montó en cólera.

La cabeza fue enviada a Roma por César y enterrada con honores. Su cuerpo fue rescatado e incinerado según Plutarco por un veterano de las primeras campañas de Pompeyo junto con uno de los libertos de Pompeyo. Una vez incinerado el cuerpo apilaron un montón de piedras en el lugar, pero las dunas pronto lo hicieron desaparecer.

Véase también

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