Ateneo de Córdoba. Calle Rodríguez Sánchez, número 7 (Hermandades del Trabajo).
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Arte islámico
Contenido
- 1 Características
- 2 Pintura, escultura y artes suntuarias
- 3 Arquitectura
- 4 Tipologías de edificios
- 5 La primera etapa, Damasco y Bagdad
- 6 Los selyúcidas y las formas persas
- 7 La influencia de India y Persia
- 8 Arte andalusí
- 9 El período cordobés
- 10 El período de taifas
- 11 Los almorávides y los almohades
- 12 El arte nazarí
- 13 Los otomanos
Características
El arte islámico (musulmán) nace para expresar la nueva religiosidad musulmana. El islam nace en la península arábiga y desde las primeras predicaciones, hacia el 612 hasta el fin de los Omeyas en el 750, cuando dominan desde la Península Ibérica hasta el río Indo, han pasado tan solo 138 años. Por ello, el arte islámico ha adoptado influencias de diversas culturas, y elementos artísticos diferentes. Sin embargo, es un arte, fundamentalmente, religioso lo que le da una sorprendente unidad.
Destaca la arquitectura sobre las demás artes, y la mezquita y los palacios sobre las demás construcciones. La decoración es muy abundante. Pero son escasos los motivos figurativos y se fundamentan en los abstractos: vegetales, geométricos y caligráficos.
En ocasiones, para designarlo también se aplica incorrectamente el término arte árabe. Este error procede de una inexacta utilización de su significado puesto que de las dos acepciones del término árabe, una es étnica, y por lo tanto aplicable a los naturales de Arabia, mientras que la otra es lingüística, estando en relación con aquellos que hablan la lengua árabe. El arte musulmán o arte islámico de la Península Ibérica recibe la denominación de arte hispanomusulmán.
La era islámica, Héjira, comienza el año 622, fecha en que Mahoma marcha de La Meca a Medina huyendo de la intransigencia mostrada por su predicación. A partir de esa fecha, junto a la fe religiosa, surgieron unas nuevas actitudes sociales y políticas que, en menos de un siglo, se expandieron desde el golfo de Bengala hasta el océano Atlántico.
El Islam (sumisión) tiene como base un libro sagrado, el Corán, que recoge la palabra de Alá (Dios) revelada a Muhammad (Mahoma), su mensajero o enviado. La comunicación del mensaje divino fue realizada en lengua árabe que pasó a convertirse en el idioma oficial y en el vehículo de unidad.
Además del Corán existe otra fuente primordial que se conoce con el nombre de sunna (costumbre, hábito o manera), relacionada con la figura del Profeta. La sunna se configura a base de hadit o conjunto de actos o dichos de Muhammad, constituyendo una auténtica ciencia de la tradición.
Todo musulmán (muslim, creyente) tiene que realizar cinco manifestaciones o actos en las que se recogen basicamente el contenido dogmático de la religión y sus aspectos de culto o rito. Son los conocidos como los pilares del Islam: profesión de fe, oración, ritual, limosna, ayuno y peregrinación a la Meca. Cada uno de ellos tiene una especial incidencia en las expresiones artísticas. La profesión de fe o sahada (No hay más Dios que Dios y Muhammad su Profeta) explicita la no existencia del concepto de encarnación del cristianismo e hinduismo, al mismo tiempo que proclama que Muhammad es sólo el mensajero de Dios. Ello comporta la primacía del mensaje sobre el mensajero, del mismo modo que es, sin duda, la clave para el desarrollo que adquiere la escritura como motivo decorativo -la epigrafía- dentro del arte islámico. Refleja, al mismo tiempo, la tendencia anicónica latente en el Islam desde los primeros momentos si bien, no por ello, la figuración dejó de contar con cierta presencia aunque en ámbitos restringidos. Esta tendencia anicónica propiciará el gran desarrollo de motivos geométricos y vegetales con un grado de abstracción cada vez mayor que, junto a los epigráficos, definirán la ornamentación en el arte islámico.
La oración o salat es el precepto según el cual los musulmanes deben orar regularmente cinco veces al día. Ello exige un estado de limpieza ritual o abluciones, un espacio suficiente para prosternarse e inclinar la cabeza hasta el suelo y una correcta orientación hacia La Meca. Consecuencia de estas obligaciones es la existencia de un edificio, la mezquita (masyid o lugar para prosternarse) con un muro qibla donde se halla el mihrab o nicho que señala la correcta orientación a La Meca. Las mezquitas suelen contar con un patio (sahn) en el que existe una fuente (mida) para las abluciones o limpieza corporal. Otros elementos asociados son el minbar o especie de púlpito con gradas para el sermón (jutba), la maqsura o acotamiento destinado a las autoridades, el alminar (manara) para llamar a la oración y las alfombras de oración (sayyada) para mayor limpieza en el desarrollo de la oración.
La obligación de dar limosna (zakat) produce en el terreno artístico la fundación de instituciones de caridad como madrasas o escuelas teológicas donde se enseña el Corán, maristan u hospitales, hamman o baños y fuentes públicas.
El ayuno (sawn) durante el mes de Ramadán, noveno del calendario lunar islámico, tiene menor trascendencia artístico aunque puede concretarse en ciertos objetos realizados para las fiestas de ruptura del ayuno celebradas al final del Ramadán.
El último precepto, la peregrinación a La Meca (hayy), al menos una vez en la vida, permite el intercambio de ideas entre los países mas alejados, la producción de obras especiales como los paños que el califa envía anualmente para cubrir la Kaaba o los certificados ornamentales de la peregrinación.
La religión, así pues, constituye el gran elemento unificador del amplio territorio y el dilatado marco temporal —siglo VII hasta la actualidad— por el que se ha expandido el islam. No obstante, este desarrollo espacio–temporal ha generado una enorme variedad de manifestaciones artísticas. Logicamente, las condiciones geográficas —desde desiertos a zonas mesetarias o montañosas— así como los factores histórico y los consiguientes substratos de civilización preexistentes en cada ámbito cultural han incidido de forma decisiva en las expresiones artísticas, determinando su diferente evolución y sus distintas peculiaridades. Sin embargo, estos condicionamientos y la asimilación de rasgos de todas aquellas culturas con las que ha ido manteniendo contacto, no ha llevado al arte islámico a convertirse en una mera repetición de formas y elementos ajenos. Al contrario, mediante la selección de entre un vasto repertorio y su utilización adecuada a su diferente función, ha logrado un arte profundamente original.
Pintura, escultura y artes suntuarias
Las artes figurativas en el islam nunca tuvieron un gran desarrollo, más por prejuicios sociales que por una prohibición expresa del Corán. Lo que el Corán condena es la idolatría, no la representación figurativa. Esto quiere decir que hay una escasez real de pintura y escultura, aunque no absoluta. No obstante, en épocas rigoristas anicónicas, sí que se lanzaron fatuas de prohibición de pintar seres vivos. Hoy en día la mayoría de los musulmanes no las tiene en cuenta. Lo que sí se ha respetado es el tabú de pintar la cara de Mahoma y sus compañeros de los primeros tiempos.
En pintura hay que destacar la miniatura persa, que al igual que la de los cristianos decora libros, el Corán, libros de literatura y científicos. Los motivos son tanto religiosos como de la vida palaciega y sus placeres. Es la mayor fuente de imágenes figurativas del islam que tenemos. Su época de esplendor son los siglos X y XI.
En la miniatura distinguiremos tres escuelas la árabe, la persa y la turca. La escuela árabe aparece en el siglo XII en torno a Iraq. Nos proporciona un testimonio a cerca de las costumbres de la época. Destacan obras como los Autómata de al-Jarizi, obras de medicina atribuidas a Galeno o Dioscórides (La materia medicina), el libro de fábulas de Calila y Dimna, y libros de aventuras. Pero sobresale el Libro del arte veterinario. La escuela persa, surge a partir del siglo XIV, y tiene una influencia oriental, sobre todo china. Destacan el Bestiario de Ibn Bajtista, el Libro de los reyes y el Tratado de anatomía de las constelaciones. En el siglo XVI se conoce la figura de Bezad, que crea la escuela bezadiana, famosa por sus obras de género y los retratos. La tercera es la escuela turca, a partir del siglo XIII. La obra más representativa es El libro del saber de los aparatos mecánicos.
En la decoración predominan los motivos geométricos, los colores planos y vivos y las líneas negras. Uno de los motivos más característico es la epigrafía, con frases del Corán.
La escultura es aún más escasa. Se reduce a las artes menores: cerámica, vidrio, marfil, cofres, etc. Sin embargo, existen relieves con motivos geométricos y caligrafía, en puertas y paredes. Este tipo de representaciones encuentra su ámbito en la élite social islámica, que gusta del lujo. Escultura como la del Patio de los Leones en la Alhambra de Granada es extraordinaria.
La cerámica comienza en el período abasí. El principal centro productor es la ciudad turca de Esmira, en la que se fabricaron los primeros azulejos decorados.
En marfil destacan los olifantes (cuerno de marfil) de carácter decorativo y finamente labrados.
En la fabricación de vidrio aparecen nuevas técnicas, como el soplado y el vidrio pintado.
La madera se trabajó con mayor profusión, ya que las obras estaban destinadas a la talla de alminares, tribunas, mihrabes, armarios y recubrimiento interior de cubiertas.
Entre los metales sobresale el bronce, en el que aparecen motivos animales. Servían como objetos de vajilla o de uso religioso.
Pero lo más representativo es el desarrollo de los tejidos. Utilizan todo tipo de telas, pero gustan sobre todo la seda, y las alfombras y tapices.
Arquitectura
La arquitectura es la representación artística, por excelencia, del islam, goza de una notable uniformidad, a pesar de la variedad de influencias que recibe, e incluso a lo largo del tiempo. Los musulmanes adoptan, y adaptan, todos estos elementos de forma creativa, según sus necesidades y su concepción del mundo. Lo más destacado es la exuberancia decorativa, geométrica, epigráfica y vegetal, de lacería y mocárabes. Los almohades utilizan los paños de sebja, una retícula de rombos de trazos lobulados o mixtilíneos. Todo el espacio se decora, debido al horror vacui. Es una decoración notablemente abstracta. La celosía se utilizará para cerrar vanos.
Las construcciones son de escasa altura, y de gran perfección matemática. Predominan los volúmenes cúbicos y geométricos, entre los que destacan las cúpulas. Utiliza todo tipo de materiales, pero en general usa poco la piedra, salvo en Egipto y Córdoba, y prefiere la mampostería y el recubrimiento con yeso. Como soportes utiliza tanto el pilar como la columna. Son delgados, bajos y de poco peso. Las columnas están coronadas por capiteles con decoración geométrica, que pueden ser novedosos, como el capitel nazarita, el capitel de avispero o el orden corintio estilizado, que se convierte en el capitel islámico.
Usa todo tipo de arcos pero prefiere, y perfecciona, el arco de herradura y el peraltado. Frecuentemente los arcos están lobulados. Encontramos arcos de herradura apuntados, mixtilíneos, etc. Están decorados con mocárabes, festoneados o angrelados. También existen arcos entrelazados y superpuestos. Las cubiertas son de poco peso, frecuentemente de madera y plana. También hay bóvedas y cúpulas. Utilizan la bóveda de cañón y de arista, pero también la gallonada o la esquifada.
Tipologías de edificios
En el siglo XII, por influencia turca, se inicia la tradición de los mausoleos, también con patio cuadrado y cubierto con una cúpula. Poseen una cámara para el sarcófago y otra para orar.
Junto a la mezquita se encuentra la madraza, o escuela coránica, que consta de un patio central al que dan las celdas de los estudiantes y una sala rectangular grande llamada al-quaah.
También se construyeron fondas para viajeros, con un patio alrededor del cual se organizan las dependencias. Las fondas son fundamentales en las travesías del desierto. Constan de un gran espacio amurallado, con patio interior, galerías, establos, almacén, etc.
Las atarazanas son el lugar donde se construyen los buques, por lo que requiere grandes espacios próximos al mar. Se trata de una gran nave cubierta con madera.
Los baños, hamán, imitan las termas romanas ya que tienen la misma estructura, piscinas de agua caliente, fría y templada. Están ricamente decorados y cubiertas por una cúpula calada, para que entre la luz.
Entre los edificios civiles destaca el palacio, dividido en tres partes, cada una con una función diferente y estructurada alrededor de un patio. La mexuar está dedicada a la administración de justicia y a las audiencias; el quaat al-arsh es la sala del trono. El salámlik está reservado a las ceremonias importantes, es la parte pública de la casa. Y el harén son las habitaciones privadas. Aquí se encuentran los jardines y los baños.
La vivienda común se construye en torno a un patio sin vanos al exterior, los pocos que hay están cerrados por celosías. En el patio hay una fuente o un pozo y está rodeado por pórticos. Es una casa pensada para la vida privada.
Además se construyen puentes, alcazabas, alcázares, acueductos, hospitales, y todo tipo de edificios que hacen posible la vida en la ciudad. La ciudad islámica es muy característica.
Pero el edificio por excelencia del arte musulmán es la mezquita.
La primera etapa, Damasco y Bagdad
La primera etapa abarca desde el siglo VII al siglo XI y se caracteriza por la asimilación de la herencia romano-bizantina y sasánida. En un primer momento la tradición greco-romana tendrá una mayor incidencia. Poco después, la cultura persa iniciará un proceso de inserción en el Islam perviviendo, con diferente intensidad, a lo largo de las distintas etapas aunque en cada una de ellas intentará resaltar y mantener su propia singularidad. Durante este período comienzan a perfilarse dos ámbitos diferenciados, uno vinculado a Occidente -desde al-Ándalus hasta el Oriente Próximo- y otro a Oriente -en torno a Mesopotamia y Persia- que, en ningún caso, obstruyeron los contactos y la difusión de ideas y elementos procedentes de cualquier punto del mundo islámico.
Siria es el lugar en el que están los monumentos más interesantes de este período. En Damasco se instala la dinastía Omeya, la primera dinastía de califas. Se nota el influjo de Bizancio. Damasco es la capital omeya. Los Omeyas trataron de islamizar los territorios conquistados. Para ello, entre otras medidas, utilizaron el arte, construyendo en todas partes edificios con un aspecto similar que se identificaba con el islam. Para conseguir esto aglutinó elementos típicos de la cultura árabe, de Bizancio, la cultura más prestigiosa de la época, y la cultura local. En Damasco destaca su mezquita, construida entre el 706 y el 714. Se trata de una mezquita hipóstila con una planta en forma de T. Las naves son paralelas a la alquibla y su altura es notable, lo que da al conjunto una sensación de espacio amplio. La decoración exterior es extremadamente rica, hasta llenar todos los huecos del muro.
Se utilizan cúpulas, y una profusa decoración con mosaicos coloridos. La más representativa es la mezquita de Omar (687-692), o Cúpula de la Roca, en Jerusalén. La planta central está cubierta con una cúpula y rodeada por un deambulatorio. La decoración es abundante, tanto en el exterior como en el interior. En realidad es un edificio conmemorativo, construido en el lugar en el que se supone que está enterrado Omar. Los templarios la tuvieron como su sede principal en Jerusalén, por lo que su modelo influiría en el arte cristiano.
Son notables los palacios sasánidas con sus salas abovedadas, como el palacio de Qusair Amra y el de Jirbat al-Mafyar. Estos palacios se encuentran en el desierto, alejados de las ciudades.
En el siglo VII se derroca la dinastía Omeya y se entroniza la abasí. En el 762 al-Mansur funda Bagdad (la ciudad de la paz) y traslada allí la capital del califato. Se pretende hacer de ella un modelo de belleza, y se la llena de monumentos. Utilizan para ello el adobe o el ladrillo. Las columnas son sustituidas por pilares. Los revestimientos con mosaicos dan paso al yeso labrado. Pero el aspecto resultante no se diferencia gran cosa de lo anterior.
En el siglo IX se construye la ciudad de Samarra (836), muy cercana a Bagdad, y que llegó a rivalizar con esta. Aquí se fija el tipo de mezquita, con patios cuadrados rodeados de pórticos y salas divididas en naves por pilares, como la mezquita de Mutauakil. También aparecen los alminares, con rampa espiral, inspirados en los zigurates persas. Tanto Bagdad como Samarra son ciudades de nueva planta, lo que exige un esfuerzo de planificación. Estos son dos ejemplos claros del urbanismo islámico.
En el siglo X se instala la dinastía fatimí en Egipto y funda al-Qahirah (El Cairo), en donde se construirá la mezquita de Ibn Tulum, con patio y soportales, pero utilizando columnas en lugar de pilares, arcos apuntados y lobulados, y con una cúpula en el mihrab. La segunda que se construye es mezquita de al-Hakim, en la que se vuelven a utilizar pilares y se cubre el mihrab con una cúpula sobre trompas. El minarete es escalonado, con un cuerpo inferior de planta cuadrada y otro superior octogonal. En la decoración aparecen los mocárabes.
Esta es la época en la que se crean las formas básicas del arte islámico; que luego se difundirá por todo el mundo adaptándose a las características locales.
Los selyúcidas y las formas persas
A partir del siglo XI se inicia la segunda etapa con la incorporación de un nuevo componente, la cultura turca, a consecuencia de la instalación definitiva de nuevas dinastías de este origen: gaznewíes, grandes selyuqíes y selyuqíes del Rum. La herencia de los tres califatos - abbasí, fatimí y andalusí- determina la configuración de tres ámbitos de poder. Los territorios orientales y Anatolia se vieron afectados por las dinastías turcas. En los territorios occidentales se instalaron dinastías bereberes (almorávides y almohades). Entre ambos, en la zona Proximo-oriental, comenzó a emerger un poder basculante ocupado por una dinastía de origen kurdo, los ayyubíes.
En el siglo IX Mesopotamia deja de ser el centro creador y difusor de la arquitectura, y aparecen otros. En Persia las plantas de las mezquitas comienzan a ser cruciformes, de cruz griega. Se generalizan los monumentos funerarios, con torres de planta poligonal. Se construye en ladrillo, pero sobre un zócalo de piedra. La cubierta al exterior es piramidal, pero oculta una cúpula en el interior. Destaca el mausoleo de Ismail ibn Ahmad. Se crea el tipo de mezquita ivanes, asociada a la madraza. Son típicos los alminares cilíndricos. Destaca la mezquita de Isfahán.
Aparecen las torres como construcciones independientes, la torre atalaya y la columna triunfal, como la de Gazni, de planta estrellada.
Por el impulso se las cruzadas surgen diversas dinastías locales, y las ciudades comienzan a amurallarse. El siglo XIII es el de las grandes invasiones mongolas de Gengis Jan, que finalmente será detenido por los turcos mamelucos. De esta forma entran las formas turcas, que se imponen en Egipto, con la mezquita de madraza, de patio central, y los sepulcros con cúpula. Aparece un cierto barroquismo decorativo por el contacto con Bizancio, y se comienza a cubrir la madraza con una cúpula. La piedra se convierte en el material de construcción por excelencia.
La influencia de India y Persia
A mediados del siglo XIII nuevas invasiones marcan la tercera fase, consolidando los tres ámbitos ya definidos, al mismo tiempo que comienza el fin del Islam medieval.
En Oriente, las incursiones mongolas siembran una gran destrucción y preparan el advenimiento de nuevas dinastías, iljaníes y timuríes, que abren una vía mas directa con el Oriente Lejano. En esta época, en la zona septentrional de la India aparecen los denominados reyes esclavos, origen que compartían los mamelucos en la zona de Próximo Oriente.
En este periodo se funden los elementos turcos con la tradición persa. Las mejores construcciones son los edificios civiles y religiosos de Isfahán. Se trata de mezquitas con cúpula, palacios con pórticos, kioscos y estanques en los jardines, etc. Destaca la decoración en cerámica y porcelana. Se usa con profusión el arco apuntado y peraltado. El centro de la vida islámica en la India es Delhi en la que se encuentra la Gran mezquita de Qutbudin Aibak, construida sobre un antiguo templo hindú.
Los siglos XIV y XV son la época de los emperadores soldados, que construyen grandes palacios como el de Tugluq. También destaca la mezquita de Jami, con una nave central abovedada y cúpulas en las alas laterales.
El siglo XVI es de una fuerte influencia persa. Se construye la mezquita del viernes de Delhi. Destacan los mausoleos, como el de Akbar o el Taj Mahal en Agra, con la cúpula más perfecta del mundo.
Arte andalusí
En Occidente, el islam se bate en retirada en al-Ándalus cayendo en el refinamiento que precede a la decadencia.
El norte de África compartía, en ciertos aspectos, esta situación artística hasta que la influencia otomana o la imitación de formas europeas unificaron en gran medida este territorio.
El período cordobés
En Occidente hay dos centros que se influyen mutuamente: Túnez y al-Ándalus. En al-Ándalus se desarrolla un arte original e independiente de Oriente. La originalidad le viene de sus contactos con la cultura hispanorromana y visigoda, del conocimiento del arte romano y del románico.
Este es uno de los períodos más esplendorosos del arte islámico. Tienen influencias hispanorromanas, sirias y bizantinas. Se desarrolla entre los siglos IX y Siglo X. Cuando en Occidente aún no ha aparecido el románico.
Emplea el muro de piedra con sillares bien labrados, el hormigón y la mampostería. Pero también aparece el ladrillo y el yeso.
El soporte preferido es la columna con fuste y capiteles de estilo hispanorromano, en el que destaca el orden corintio estilizado, que con Abderramán II se convierte en el capitel islámico. Abderramán III construye Medina Azahara en donde se emplea el capitel de avispero. Aparece el pilar compuesto de planta cuadrada o cruciforme con columnas adosadas. Se superponen los soportes para ganar altura, poniendo una columna sobre un pilar o sobre otra columna. Los capiteles llevan encima amplios cimacios, lisos o decorados de manera geométrica, en los que se apoyan los arcos de herradura.
El arco de herradura es de origen visigodo, pero en Córdoba se estiliza y perfecciona, se hace un poco más peraltado. Desde aquí se difunde a todo el mundo islámico que lo adopta como una de las señas de identidad de su arte y su cultura. Los arcos de herradura más cerrados se hacen en el siglo X.
Aparecen los arcos lobulados de tres o cinco lóbulos. Las dovelas se decoran, en principio se alternan las dovelas blancas y rojas, más tarde se alternarán dovelas decoradas y lisas. Los arcos, a veces, se entrelazan para formar arcos apuntados y mixtilíneos. El arco es un elemento arquitectónico exento, por lo que puede superponerse y yuxtaponerse. No forman bóvedas sino que son perpendiculares al muro y forman vigas para sostener una cubierta plana, o una falsa bóveda de crucería. Se combina el arco y el dintel. El arco puede ser un elemento decorativo o un elemento de descarga. Cuando el arco forma parte del muro se enmarca con un alfiz, que generalmente está decorado.
La cubierta suele ser plana o una falsa bóveda, que da como resultado una bóveda gallonada, en forma de huso y abundantemente decorada. Pero no faltan ejemplos de bóvedas de cañón y de arista. La más original es la bóveda califal, formada por una serie de nervios entrecruzados que dejan un espacio central en el que se sitúa una bóveda gallonada.
También son característicos los modillones, elemento voladizo sobre el que se asienta una cornisa o alero, o los extremos de un dintel, y las almenas escalonadas que rematan los edificios.
La decoración es compleja y variada. Utiliza todos los convencionalismos de la decoración musulmana. Está realizada en mármol, estuco, alicatado e, incluso, mosaico.
Los edificios más representativos de este período son la mezquita de Córdoba, de larga historia constructiva y compendio de todo el arte, y el palacio de Medina Azahara. La mezquita de Córdoba responde al modelo hipóstilo con una sala de oración de once naves perpendiculares a la alquibla. Consta de dos pisos: el inferior, con columna con un capitel corintio estilizado que sostienen arcos de herradura y las dovelas alternan los colores blanco y rojo; y el piso superior, en el que encontramos pilares que se apoyan en las columnas y sostienen arcos de medio punto. El palacio de Medina Azahara lo mandó construir Abderramán III en el 936, como palacio califal y centro del poder. Se trata de una auténtica ciudad privada. El conjunto está rodeado por una muralla. En el interior hay diversas terrazas y jardines alrededor de los cuales se articulan los edificios. Los muros de piedra fueron cubiertos con mármol y con una decoración muy estilizada. También son de reseñar la mezquita de Bad al-Mardum, (hoy ermita del Cristo de la Luz), el castillo de Gormaz, y el puente sobre el Henares en Guadalajara. Abundaron las alcazabas que formaron la línea defensiva del Califato.
El período de taifas
La descomposición del califato de Córdoba, y la aparición de las taifas, favorecen la Reconquista, abriendo un período de inseguridad, pero también de intercambio cultural. Es la época del románico pleno. Se popularizan las formas califales. Todos quieren imitar el esplendor de Córdoba, pero no tienen su dinero, así que utilizan materiales pobres pero que parecen buenos. Predominan el ladrillo y la mampostería recubiertos con yeso y estuco, y pintura de esmalte. Es un arte muy decorativo y efectista en el que se deja sentir la influencia mudéjar.
Surge el arco mixtilíneo, con zonas curvadas y rectas, quebradas, de alto valor decorativo. Se entrecruzan los arcos, e incluso hay arcos ciegos. Esta se considera la época «barroca» del período califal.
La mayoría de las mezquitas de taifas han desaparecido, por la pobreza de los materiales y por que fueron convertidas en iglesias cristianas. Sin embargo, se conservan mejor los palacios, y sobre todo los edificios militares, alcázares, alcazabas, murallas, torres, etc. Destacan la aljafería de Zaragoza, las murallas de Almería o las alcazabas de Málaga o Granada.
Los almorávides y los almohades
Tras el período de taifas el poder político se traslada al norte de África de la mano de los integrismos religiosos. Es la época de las mezquitas de Argel y Fez. Predominan los edificios religiosos, mezquitas de carácter austero. Los modelos arquitectónicos no sólo son los de la tradición andalusí, sino también del norte de África. En la cristiandad comienza a aparecer el gótico.
Utilizan el ladrillo y la mampostería. Se enriquecen las techumbres con mocárabes y se decora con yeserías. El soporte por excelencia es el pilar, hecho de ladrillo. El arco se vuelve, aún más, un elemento decorativo, y abundan los arcos ciegos, entrecruzados, lobulados, etc., generalmente de herradura y apuntado, y enmarcado por un alfiz. No obstante, predomina lo constructivo sobre lo decorativo, y se diluye el horror vacui. Destaca la cerámica vidriada para la decoración, la decoración vegetal y el recubrimiento con paños de sebja en el período almohade.
El mayor carácter militar de los almohades les lleva a construir edificios militares, murallas, torres albarranas, alcazabas, etc.
Los edificios más representativos son los de Sevilla: la Giralda, el alcázar y la torre del Oro, y la Qutubia de Marraquech.
El arte nazarí
El reino de la taifa de Granada fue el que más duró de todo el período musulmán de al-Ándalus. Evolucionó en un círculo cerrado de gran creatividad. Los edificios más emblemáticos son la Alhambra y el Generalife.
Se caracteriza por la exuberancia decorativa, que enmascara las formas y la pobreza de los materiales de construcción: mampostería, estructuras de madera, soportes de ladrillo, etc., que abundan incluso en las construcciones militares. Predomina lo decorativo sobre lo constructivo.
Los soportes suelen ser pilares y columnas, con un capitel poligonal o cilíndrico decorado con una banda ondulada, capitel nazarita. Pero también se encuentran los órdenes clásicos estilizados. Los capiteles poseen un gran ábaco. Se crea la columna nazarita, formada por un fuste fino y liso que se levanta sobre una basa ática. Posee una serie de collarinos que preceden al capitel.
La tipología de los arcos es muy variada, pero los más característicos son: el arco de medio punto peraltado, generalmente angrelado, y el arco con mocárabes en el intradós, generalmente apuntado.
Las techumbres están ricamente decoradas, lo que oculta la pobreza de los materiales. Existe todo tipo de bóvedas repletas de mocárabes.
La decoración presenta todos los convencionalismos habituales, pero sobresale la belleza de la epigrafía. En la parte baja del muro hay un zócalo con piezas de cerámica y yesería. Todo combinado con gran originalidad.
La Alhambra de Granada es el edificio más destacado, en el que se resumen todas las características del arte nazarita. Se trata de un edificio civil y militar situado en una colina. Hay una alcazaba y un palacio, además de una extensa zona ocupada por los sirvientes. Destacan los jardines, y sobre ellos el Generalife. Todo el conjunto representaba un trozo del paraíso.
Los otomanos
Por último, en estos ámbitos se instalan tres grandes imperios: el otomano, tras la conquista de Constantinopla en 1453; el safawí desde 1501 en Persia y el mogol desde 1526 en la India. En cada uno de ellos se potenció un sentimiento nacionalista que se tradujo en unas expresiones artísticas diferenciadas y en las que no se aprecia el transvase habitual de ideas y artistas.
En 1299 Osmán I se hace con el poder y funda la dinastía de los Otomanos que acabarán por conquistar Bizancio. En la mezquita verde de Nicea se observa la continuidad de las formas precedentes, pero a partir de siglo XIV se crea un nuevo estilo. Se desarrolla la cúpula, y se unifica la madraza con el resto del edificio, a través de un sistema de cúpulas, a la manera de Santa Sofía de Constantinopla. Nace, así, la mezquita de planta centralizada.
Se hacen las mezquitas de Solimán I, la del Príncipe y la mezquita azul. El tipo turco de mezquita se difunde hacia Oriente y en menor medida hacia Occidente. El centro de toda la estructura es la cúpula, que permite la entrada de la luz, con lo que se realza la armonía y la belleza de las proporciones.
Estas cuatro grandes etapas llevan implícitas unos ritmos internos particulares que irán marcando su desarrollo desde los orígenes del Islam hasta nuestros días.